viernes, 25 de febrero de 2011

OBJETIVOS DE LA FILOSOFÍA

                                              OBJETIVOS DE LA FILOSOFÍA
                              Búsqueda de la verdad, búsqueda de la certeza
A la hora de examinar la situación del ser humano en el mundo para entender así sus acciones, debemos partir de un hecho incuestionable. El mundo no se explica por sí mismo ni está hecho a nuestro gusto. En ocasiones puede incluso sernos hostil o, al menos, indiferente a nuestros deseos. Por otro lado no somos omnipotentes; somos conscientes de que tenemos límites (aunque quizá no sepamos muy bien dónde están) y lo que es más importante todavía, somos conscientes de nuestra mortalidad. Cada ser humano es arrojado al mundo y, al contrario de lo que sucede con los animales, no está exclusivamente regido por unos instintos que le digan lo que tiene que hacer en cada momento, que le marquen una pauta de acción fija. Por el contrario el ser humano debe elegir, debe ir construyendo su mundo y tomar decisiones en función de lo que considere valioso o digno de ser buscado.
Ortega y Gasset expresa la situación vital del ser humano, entre la fatalidad y la libertad, con el siguiente ejemplo:
"No nos hemos dado a nosotros la vida, sino que nos la encontramos justamente al encontrarnos con nosotros. Un símil esclarecedor fuera el de alguien que, dormido, es llevado a los bastidores de un teatro y allí, de un empujón que le despierta, es lanzado a las baterías, delante del público. Al hallarse allí, ¿qué es lo que halla ese personaje? Pues se halla sumido en un situación difícil sin saber cómo ni por qué, en una peripecia: la situación difícil consiste en resolver de algún modo decoroso aquella exposición ante el público, que él no ha buscado ni preparado ni previsto. En sus líneas radicales, la vida es siempre imprevista. No nos ha anunciado antes de entrar en ella -en su escenario, que es siempre uno concreto y determinado-; no nos han preparado. "
¿Qué es filosofía? José Ortega y Gasset
Estas elecciones que se ve obligado a realizar, esta capacidad de decidir, que constituye su privilegio, constituyen también una carga, pues toda elección conlleva responsabilidad. Por último, hay que señalar que esta situación de desamparo debe afrontarla cada ser humano por sí mismo. Juntos hemos construido ciudades, sociedades y naciones, pero en la esencia de lo que somos cada uno nos reconocemos solos y aislados. Esta conciencia de la soledad en la que nos encontramos produce generalmente angustia, y ante ella el ser humano ha buscado diversas soluciones para superarla o para ignorarla. Así, la búsqueda de poder, la religión, las drogas, el ascetismo, la contemplación de la belleza, la participación en actos colectivos donde el individuo se funde con la masa, etc. son todos ejemplos de esas alternativas. La filosofía y las actividades intelectuales en general no lo son menos. En la búsqueda de la verdad también ha pretendido el ser humano encontrar una salida, si bien la virtud que pueda tener la filosofía sea que no pretende superar la situación humana ni ignorarla, sino aprender a vivir con ella.
Hasta el momento, y en líneas generales, así hemos tratado a la filosofía, como una búsqueda de la verdad, o una búsqueda del conocimiento. Incluso en aquellas filosofías que concluyen que la tarea del filósofo es inútil, o bien que los conceptos tales como verdad o falsedad no son sino construcciones sociales de las que debemos desembarazarnos, incluso en las filosofías más "destructivas" hay un interés por aproximarse a la realidad de una forma más auténtica. La filosofía puede ser un viaje que no nos aporta muchos más conocimientos de los que teníamos al iniciarlo. Todavía más, es posible que, por medio de la filosofía, hayamos destruido parte del conocimiento que hasta ahora habíamos adquirido al mostrar su falta de fundamentos o los prejuicios en los que se basaba, por lo que puede que terminemos el viaje sabiendo menos de lo que sabíamos al iniciarlo. Sin embargo, en cualquier caso, en todo viaje filosófico se termina por saber algunas cosas nuevas que antes no se sabían.
Este aprender cosas nuevas responde al anhelo de comprender algo mejor la realidad con el que caracterizábamos la filosofía. Ahora bien, la filosofía, o mejor dicho, los filósofos, no siempre han buscado la verdad, o no exclusivamente, sino que también han buscado la certeza, un conocimiento del que no se pudiese dudar, una seguridad absoluta que pusiese fin a la incertidumbre y a la duda.
La certeza absoluta está fuera del alcance de los seres humanos. El espíritu crítico, otro de los rasgos característicos de la filosofía, ha ido desmontando con el paso del tiempo todos aquellos sistemas filosóficos que han pretendido ser inmutables e imperecederos. Pero la búsqueda de la certeza, que en muchas ocasiones no responde a la curiosidad sino a la búsqueda de la seguridad, ha seguido siendo un impulso hacia la reflexión y ha llevado a menudo a la renuncia del espíritu crítico y al dogmatismo, con lo que la filosofía, o los filósofos, que son quienes desean, anhelas y quieren, se ha traicionado a sí mismos

La filosofía no es una labor exclusivamente individual. En la medida en que se basa o debería basarse en el espíritu crítico las ideas están expuestas a la consideración de todos. Ante el otro presento mi postura, dialogo, examino, critico y comparto. La filosofía es siempre un diálogo, la mayoría de las veces con los pensadores del pasado o con uno mismo, pero cuando el diálogo es real entre dos personas, no deberían olvidarse el valor del respeto y la tolerancia mutua. Estas observaciones pueden parecerles a algunos innecesarias, pero no está mal recordar que en la historia de la filosofía no escasean los casos en los que el diálogo ha brillado por su ausencia. Basta recordar ahora la triste visión de dos de los más grandes genios de la filosofía y la ciencia, Newton y Leibniz, disputandose con descalificaciones fuera de tono la autoría del cálculo infinitesimal, que cada uno había descubierto independientemente del otro, y que supuso una separación de la matemática inglesa y la continental por dos siglos. Y en caso de que no bastase ese ejemplo, recuérdese las disputas entre creyentes y no creyentes, políticos o partidarios de políticas de distinto signo, filósofos, psicólogos, sociólogos y todos aquellos dedicados a la actividad intelectual, disputas en las cuales las cuestiones de prestigio, poder o imagen tienen más importancia que el asunto en cuestión

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