viernes, 22 de abril de 2011

Razón, Verdad e Historia, Hilary Putnam

CEREBROS EN UNA CUBETA   
Hilary Putnam, Razón, verdad e historia
 Una hormiga se arrastra lentamente sobre la arena. Conforme avanza va trazando en ésta una línea. Por puro azar, la línea se des­vía y vuelve sobre sí misma, de tal forma que acaba pareciendo una reconocible caricatura de Winston Churchill. ¿Ha trazado la hormi­ga un retrato de Winston Churchill, un dibujo que representa a Chur­chill?
La mayoría de la gente, tras reflexionar un poco, contestaría que no. Después de todo, la hormiga nunca ha visto a Churchill, ni si­quiera un retrato suyo, ni tampoco tenía intención de representarlo. Simplemente trazó una línea (y ni siquiera este acto fue intencional), línea que nosotros podemos ver como un retrato de Winston Chur­chill.
Podemos expresar esto afirmando que la línea no representa por sí misma1. La semejanza (de una especie muy complicada) con las fac­ciones de Winston Churchill no es condición suficiente para que algo represente o se refiera a Churchill. Tampoco es condición necesaria: en nuestra comunidad, la forma impresa «Winston Churchill», las pa­labras «Winston Churchill», en tanto que pronunciadas, y muchas otras cosas, se usan para representar a Churchill (aunque no pictóri­camente), si bien no tienen el tipo de semejanza con Churchill que sí tiene un retrato —o incluso un dibujo esquemático. Si la semejanza no es condición necesaria ni suficiente para que alguna cosa represente a otra, ¿cómo demonios puede una cosa representar (o estar en un lugar de, etc.) otra diferente?
La respuesta puede parecer fácil. Supongamos que la hormiga ha visto a Winston Churchill, y supongamos que tiene la inteligencia y la habilidad suficientes para dibujar un retrato suyo. Supongamos que ha elaborado la caricatura intencionalmente. Entonces la línea habría representado a Churchill.
Por otra parte, supongamos que la línea tiene la forma WINSTON CHURCHILL, y que este hecho es un mero accidente (pasando por alto que es bastante improbable). Entonces los «caracteres impresos» WINSTON CHURCHILL no habrían representado a Winston Churchill, a pesar de que sí lo hacen cuando aparecen hoy en casi todos los libros.
De forma que puede antojársenos que lo que se necesita para la representación, o lo que se necesita principalmente para la represen­tación, es la intención.
Pero para tener la intención de que algo, siquiera el lenguaje pri­vado (incluso las palabras «Winston Churchill» repetidas mentalmen­te y no oídas) represente a Churchill, debo ser capaz de pensar en Chur­chill, para empezar. Si las líneas en la arena, los ruidos, etc., no pue­den representar nada «en sí mismos», entonces ¿cómo es que pueden hacerlo las formas del pensamiento? ¿Cómo puede el pensamiento al­canzar y «aprehender» lo que es externo?
Algunos filósofos han dado un salto desde estas reflexiones hasta lo que ellos consideran como una prueba de la naturaleza esencial­mente no-física de la mente. El argumento es simple; lo que dijimos acerca de la curva de la hormiga también se aplica a cualquier objeto físico. Ningún objeto físico tiene por sí mismo la capacidad de refe­rirse a una cosa más bien que a otra; no obstante, es obvio que los pensamientos de la mente sí lo logran. De modo que los pensamien­tos (y por ende, la mente) poseen una naturaleza esencialmente dis­tinta de la de los objetos físicos. Tienen la característica distintiva de la intencionalidad —pueden referirse a otras cosas; ningún objeto fí­sico tiene «intencionalidad», salvo la intencionalidad que se deriva de su uso por parte de una mente. O eso se pretende. Pero esto es ir demasiado deprisa; postular misteriosos poderes mentales no resuelve nada. A pesar de todo el problema es real. ¿Cómo es posible la inten­cionalidad? ¿Cómo es posible la referencia?
TEORÍAS MÁGICAS DE LA REFERENCIA
Hemos visto que el «dibujo» trazado por la hormiga no tiene co­nexión necesaria con Winston Churchill. El mero hecho de que el di­bujo mantenga cierta «semejanza» con Churchill no lo convierte ni en un retrato real ni en una representación de Churchill. Salvo que la hormiga sea una hormiga inteligente (y no es el caso) y sepa algo con respecto a Churchill (y tampoco es el caso), la curva que trazó no es un dibujo, ni tan siquiera una representación de algo. Ciertos pueblos primitivos creen que algunas representaciones (en particular los nombres) tienen una conexión necesaria con sus portadores; creen que saber el «verdadero nombre» de alguien o algo les otorga poder sobre ese alguien o algo. Este poder procede de una conexión mágica entre el nombre y el portador del nombre; pero una vez que nos per­catamos de que el nombre sólo tiene una conexión contextual, con­tingente y convencional con su portador, es difícil ver por qué el co­nocimiento del nombre ha de tener alguna significación mística.
Es importante darse cuenta de que a las imágenes mentales, y, en general, a las representaciones mentales, les ocurre lo mismo que a los dibujos físicos; la conexión que tienen las representaciones men­tales con lo que representan no es más necesaria que la que tienen las representaciones físicas. La suposición contraria es un vestigio del pen­samiento mágico.
El problema quizá se capte más fácilmente en el caso de las imá­genes mentales (quizá el primer filósofo que captó la enorme impor­tancia de este problema, pese a no ser realmente el primero en bara­jarlo, fue Wittgenstein). Supongamos que en alguna parte existe un planeta en el cual se han desarrollado seres humanos (o han sido de­positados allí por extraños cosmonautas). Supongamos que esos hu­manos, si bien son como nosotros, nunca han visto un árbol. Supon­gamos que nunca se han imaginado un árbol (la única vida vegetal que existe en su planeta son los líquenes). Supongamos que cierto día, una nave que pasa por su planeta sin establecer contacto con ellos, arroja sobre éste el dibujo de un árbol. Imaginémosles devanándose los sesos ante el dibujo. ¿Qué demonios es esto? Se les ocurre toda clase de especulaciones: un edificio, un baldaquín, e incluso alguna especie de animal. Pero supongamos que ni siquiera se aproximan a saber de qué se trata.
Para nosotros la pintura es la representación de un árbol. Para aquellos humanos el dibujo únicamente representa un objeto extra­ño, de naturaleza y función desconocidas. Supongamos que, como resultado de ver el dibujo, uno de ellos tiene una imagen mental que es exactamente como mis imágenes mentales de los árboles. Su ima­gen mental no es la representación de un árbol. Sólo es la representa­ción del extraño objeto (el que sea) que representa la misteriosa pin­tura.
Pese a esto, alguien podría argumentar que la imagen mental es de hecho la representación de un árbol, ya que, en primer lugar, el dibujo que provocó tal imagen mental era la representación de un ár­bol. Hay una cadena causal desde los árboles reales hasta la imagen mental, aun cuando esta sea muy extraña.
Sin embargo, podemos imaginarnos la ausencia de esta cadena. Supongamos que el «dibujo de un árbol» que la nave espacial arrojó no era en realidad el dibujo de un árbol, sino el resultado accidental del derrame de algunas pinturas. Aun cuando fuese exactamente igual al dibujo de un árbol, en realidad no sería el dibujo de un árbol en un grado mayor que la «caricatura» de la hormiga era un retrato de Churchill.
Podemos incluso imaginar que la nave espacial que arrojó el «di­bujo» procedía de un planeta en el que no se sabía nada sobre los ár­boles. En tal caso, pese a que esos humanos tendrían imágenes cuali­tativamente idénticas a mi imagen de árbol, esas imágenes no repre­sentarían más a un árbol que a cualquier otra cosa arbitraria.
Lo mismo ocurre con las palabras. Un discurso impreso podría parecer una descripción perfecta de un árbol, pero si fueron los mo­nos quienes lo produjeron golpeando fortuitamente las teclas de una máquina de escribir durante millones de años, entonces las palabras de ese discurso no se refieren a nada. Si alguien las memorizase y las repitiese mentalmente sin entenderlas, entonces cuando fuesen pen­sadas tampoco se referirían a nada.
Imaginemos que la persona que está repitiendo mentalmente estas palabras ha sido hipnotizada. Supongamos que tales palabras están en japonés, y que al hipnotizado se le ha dicho que entiende ese idio­ma. Supongamos que cuando piensa esas palabras experimenta algo así como un «sentimiento de comprensión». (Aunque si alguien irrum­piese en su flujo mental y le preguntase qué significan las palabras que está pensando, descubriría que no podría decirlo.) Quizá la ilu­sión sea tan perfecta que incluso podrá engañar a un telépata japo­nés. Pero si no es capaz de emplear las palabras en los contextos apro­piados ni de responder preguntas con respecto a lo que «piensa», en­tonces no las entendió.
Combinando estas historias de ciencia-ficción, podemos idear un caso en el que alguien piensa ciertas palabras que constituyen de he­cho la descripción de un árbol en algún lenguaje, y simultáneamente tiene unas imágenes mentales apropiadas, pero ni comprende las pa­labras ni sabe lo que es un árbol. Incluso podemos imaginar que las imágenes mentales fueron provocadas por un derrame de pintura (aun­que la persona ha sido hipnotizada e inducida a pensar que son imá­genes de algo apropiado a su pensamiento —sólo que, si se le pregun­ta de qué son imágenes, no podría responder). Y podemos imaginar que ni el hipnotizador ni el hipnotizado han oído hablar del lenguaje en el que este último está pensando— quizá sea una mera coinciden­cia el que estas «oraciones sin sentido», tal y como las considera el hipnotizador, sean la descripción de un árbol en idioma japonés. En resumidas cuentas, cualquier cosa que pase ante su mente puede ser cualitativamente idéntica a lo que estaba pasando por la mente de un hablante japonés que pensaba verdaderamente en árboles— pero nin­guna de ellas se referiría a árboles.
Todo esto es realmente imposible, por supuesto, del mismo modo que es realmente imposible que los monos mecanografíen por casua­lidad una copia de Hamlet. Y esto es afirmar que las posibilidades en contra son demasiado altas como para que este suceso realmente ocurra. A pesar de todo, no es lógicamente imposible, ni siquiera físicamente imposible. Podría suceder (es compatible con las leyes de la física, y quizá también con las condiciones actuales del universo, si hubiese seres inteligentes sobre otros planetas). Y si sucediese, sería una sorprendente demostración de una importante verdad conceptual: ni siquiera un amplio y complejo sistema de representaciones verba­les y visuales tiene una conexión intrínseca, mágica, dada de una vez por todas, con lo que representa; una conexión independiente del modo en que fue causada y de lo que constituyen las disposiciones del suje­to hablante o pensante. Y esto es cierto tanto si el sistema de repre­sentaciones (palabras e imágenes, en nuestro ejemplo) esta implementado físicamente —las palabras son palabras escritas o habladas y los dibujos son dibujos físicos— o tan sólo concebido mentalmente. Ni las palabras del pensamiento ni las imágenes mentales representan intrínsecamente aquello acerca de lo que tratan.

Lenguaje, lengua, habla. Semiótica. Funciones del lenguaje

Definiremos el lenguaje como el conjunto de signos convencional y arbitrario que permite la comunicación
Un signo es una entidad que para alguien remite a otra cosa. hay veces en que se establece una relación de tipo causa-efecto, por ejemplo el humo (efecto) nos remite al fuego (causa), y a ellos se los denomina signos naturales, pero además de ellos, el hombre para lograr la comunicación inventa símbolos o signos convencionales, por ejemplo las palabras.
Cuando los símbolos se unen y forman un sistema coherente de acuerdo a ciertas reglas, se dice que estamos frente a un lenguaje.
Existen distintos tipos de lenguajes, así tenemos el lenguaje natural, como por ejemplo el castellano, el griego o cualquier idioma. El lenguaje formal son rigurosamente construidos, como por ejemplo la lógica y la matemática. El lenguaje técnico, como por ejemplo el del derecho, el de la medicina, que son lenguajes naturales con palabras estrictamente establecidas
En el lenguaje debemos distinguir por un lado la lengua como aquel código común a todos los miembros de una sociedad y que cada hablante aprende, retiene en su memoria y lo utiliza cuando lo necesita. Por otro lado tenemos el habla como el acto personal de cada hablante utilizando un lenguaje para poder establecer una comunicación

Existe una disciplina que estudia los signos y sus relaciones en general, que se llama semiótica y se define como la teoría general de los signos. Se subdivide en tres ramas:
Sintaxis:analiza la relación que se establece entre símbolos de un lenguaje, independientemente de su significado.
En el ejemplo: "Con Lucas ni aunque estuviera loca saldría con Luciano", tenemos un problema de sintaxis, porque la oración pierde significado o varía de acuerdo a la sintaxis que utilicemos, lo que lleva a una confusión en la comunicación
Semántica: analiza la relación que se establece entre el símbolo y su significado; un ejemplo claro de semántica es el uso del diccionario. En la aplicación de la semántica nos encontramos con que muchas palabras son polisémicas, es decir que poseen más de un significado, por ejemplo "mañana despiértenme temprano porque tengo que ver a Juan en el banco"
Pragmática, estudia la relación que se establece entre el símbolo y el usuario y los efectos que producen en éste último, por ejemplo "leí el librito que escribiste y me gustó mucho"

Por otro lado, el lenguaje cumple determinadas funciones, que según I. Copi son tres funciones básicas:
1) Informativa, es un discurso utilizado para informar acerca de algo, es decir que afirma o niega proposiciones que pueden ser declaradas verdaderas o falsas. Se vincula esta función con los diarios, informativos
2) Expresiva, su función es transmitir estados de ánimo, emociones o sentimientos y por lo tanto no pueden ser declarados verdaderos o falsos; se vincula mucho esta función con la poesía
3) Directiva, se utiliza el lenguaje para dar ordenes, es decir cuando se quiere provocar o impedir que se lleve a cabo una acción. Tampoco puede ser declarada verdadera o falsa, porque las ordenes se cumplen o no.
Hay además de éstas tres funciones básicas, una función que algunos autores llaman metalingüística, ésta función se utiliza cuando usamos el lenguaje para hablar del lenguaje. Se utiliza esta función para aclarar nociones sobre el lenguaje, pero no proporciona conocimiento, por ejemplo "Juan dijo que ayer fue al cine", "es cierto que miento", "es verdadero que Rodrigo estuvo aquí" 
La resolución de  tipo de paradojas se expresan en metalenguaje, es decir utilizando un lenguaje para interpretar otro lenguaje

Sandra Leyton

Pensamiento

El acto de pensar y su resultado los pensamientos son aun un problema complejo para la filosofía.
¿Qué es pensar?
Podemos caracterizar el pensar como una actividad de orden psicológico, como el acto que ocurre en la conciencia de un sujeto, en un determinado período de tiempo, que se puede realizar con total atención, distraídamente, con agrado o con disgusto. El resultado de ésta actividad es el pensamiento, que es inespacial e intemporal; la máxima socrática "conócete a tí mismo", en cuanto pensamiento permanece inalterada, independientemente de que la haya pensado en condiciones muy particulares Sócrates en el siglo V a. C., o que la piense yo ahora en un sentido diferente.
Por otro lado, el pensamiento suele ir acompañado de percepciones o imágenes, puedo ver algo o imaginarlo; pero estos elementos no son esenciales al pensamiento. También aparece la expresión del pensamiento, los signos que lo expresan como su significación o sentido.
Por último podemos señalar el objeto del pensamiento, la referencia. Todo pensamiento es pensamiento de algo. No existen pensamientos meros, vacíos. No debemos confundir sin embargo, el pensamiento con su objeto.
Los objetos del pensamiento pueden ser de diversa índole, (...) Se denomina objeto a todo aquello que puede ser mentado, o sea, todo aquello sobre lo cual se puede decir algo, todo lo que puede ser pensado
Vayamos ahora a la clasificación de los objetos en un sentido más concreto:
1) Están los objetos sensibles, que son aquellos que pueden ser captados por la percepción, ya sea interna o externa. No ocupan un lugar en el espacio, pero sí existen en el tiempo
2) Objetos ideales, son los números, los conceptos. Son irreales porque están fuera del espacio y del tiempo y son construcciones intelectuales de la mente humana
3) Imaginarios, creados por la imaginación
4)Objetos metafísicos, según muchos filósofos se conocen mediante el razonamiento o a través de la intuición (captación directa de algo singular) ya sea intelectual o afectiva

Estando en condiciones ahora, podemos caracterizar el conocimiento
El conocimiento es el acto mediante el cual un sujeto se apropia mentalmente de un objeto para descubrir sus propiedades. Esta actividad puede presentarse en distintos niveles:
Nivel empírico se trata de un conocimiento espontáneo, de origen afectivo que nos relaciona con las cosas, el mundo y el otro. Este tipo de conocimientos procedente del sentido común es el primero que aparece en nuestro desarrollo
Nivel científico, se trata de una construcción racional del objeto
Nivel filosófico, se presenta como una problematización del conocimiento humano que tiende a descubrir sus poderes y límites y a intentar fundamentar las verdades que piensa alcanzar. El filósofo se pregunta cómo es posible el conocimiento


Selección de Filosofía programática, de Saldaña y Yeanplong

miércoles, 20 de abril de 2011

Escuela Atomista: Leucipo y Demócrito

Demócrito de Abdera (Tracia), nació el año 460 a.C. y murió en 370 a.C.aproximadamente. Su maestro e inspirador es Leucipo de Mileto, verdadero fundador del atomismo, en quien se basó para desarrollar su mecanicismo atomista. De Leucipo hay muy pocos datos, por lo cual, algunos historiadores dudan de su real existencia, e incluso Epicuro afirmó que nunca existió un filósofo con ese nombre.
Leucipo y Demócrito partieron de los principios establecidos por Parménides: "el ser es, el no ser, no es". Pero para respetar los principios del eleatismo (el ser es necesario, uno e inmóvil) y, a la vez, para salvar las apariencias,  entienden el ser como "lo lleno" y el no ser como "el vacío", postulando la existencia de átomos, que tal como lo afirma su significado son indivisibles, e invisibles por la pequeñez de su masa. 
Según Demócrito, cada átomo posee las mismas características que Parménides atribuía al ser: el átomo es único, sólido, completo, perfecto e inmutable, y difieren entre sí por su forma y magnitud, determinando la generación y corrupción de todas las cosas por medio de la unión y disgregación. 
Aristóteles comparó la manera de vincularse los átomos con el alfabeto, donde cada letra se diferencia de otra por la forma, pero al combinarse dan lugar a las palabras que luego conforman los discursos de acuerdo al orden en que se reúnan
Cada átomo se mueve por un movimiento espontáneo que provoca el choque entre ellos y permite la unión entre varios átomos o la disgregación, pero el movimiento general está determinado por leyes inmutables: "Nada acontece sin razón, antes bien, todo acontece por una razón y por una necesidad" 
 La existencia del vacío, que es una especie de no-ser, explica la multiplicidad y el cambio ya que, siendo lo que separa los átomos, permite el movimiento, la generación y la corrupción, al permitir los desplazamientos y los choques de los átomos.

"... estos átomos se mueven en el vacío infinito, separados unos de otros y diferentes entre sí en figuras, tamaños, posición y orden; al sorprenderse unos a otros colisionan y algunos son expulsados mediante sacudidas al azar en cualquier dirección, mientras que otros, entrelazándose mutuamente en consonancia con la congruencia de sus figuras, tamaños, posiciones y ordenamientos, se mantienen unidos y así originan el nacimiento de los cuerpos compuestos."
De caelo, Simplicio

Para los atomistas todo estaba conformado por átomos que se mueven en el vacío, incluyendo el alma. De modo que tenemos la existencia de átomos más sutiles que otros, a los cuales les corresponde unirse para formar las almas e incluso los dioses.El alma es mortal, ya que al igual que todas las cosas perecen por la disgregación de los átomos; y es el alma quien vivifica al cuerpo, aunque también es afectada por éste. 
Este planteo es una forma de conjugar las teorías de Heráclito con su eterno devenir y la de Parménides con la permanencia.
Para los atomistas, el proceso de conocimiento se produce por la emanación de imágenes de los cuerpos, por lo tanto es un conocimiento empírico el que obtenemos, y como tal es oscuro, confuso, lo que nos lleva a creer que existen todas las cosas que percibimos empíricamente, cuando en realidad sólo existen átomos y vacíos. Por este conocimiento empírico, es que todo conocimiento se reduce al tacto, porque la sensibilidad se obtiene mediante el sentido del tacto, en el contacto del cuerpo del hombre con los átomos que proceden de las cosas, por eso Demócrito afirma: "Se debe conocer al hombre con éste criterio: que la verdad está lejos de él" 
Con ésto se confirma la diversidad de sensaciones que existen y varían de hombre a hombre, e incluso en cada hombre, con lo cual no tendríamos un criterio absoluto de lo verdadero y de lo falso.
Sin embargo, existe un conocimiento superior, el conocimiento intelectual, que nos permite aprehender el ser del mundo, ésto es: los átomos, el vacío y sus movimientos
Así como se establece una distancia entre apariencia y realidad, también se debe establecer una diferencia entre conocimiento sensible y conocimiento intelectual
La ética atomista tiene la misma base que su física, donde es más importante lo espiritual antes que lo corpóreo, 
"El bien y lo verdadero son idénticos para todos los hombres; el placer es distinto para cada uno de ellos" 
"No debes tener mayor respeto para los demás hombres que para tí mismo, ni obrar cuando nadie la sepa peor que cuando lo sepan todos; pero debes tener para tí mismo el mayor respeto e imponer a tu alma esta ley: no hacer lo que no se debe hacer"   Demócrito


Sandra Leyton

domingo, 10 de abril de 2011

Parménides de Elea



PARMÉNIDES DE ELEA 540-470 a. C.

A la teoría propuesta por Parménides se la denominó "teoría eleática" porque floreció en Elea, al sur de Italia, pertenecen a ella Parménides, Zenón, Jenófanes y Meliso. Está en oposición con la teoría de Heráclito de Éfeso, en cuanto que afirma la negación del devenir y la inmovilidad del Ser, en una absoluta unidad, identidad e inmovilidad.
Parménides escribió exclusivamente en hexámetros y su temática es muy prosaica, es decir que es carente de armonía poética y con frecuencia su lenguaje es muy oscuro, lo que dificulta su interpretación.
En su teoría, parte de la interrogante "¿qué existe?", a lo que responde que la mayoría de las cosas existen porque están compuestas de otras cosas, entonces, los primeros principios son su fundamento, y por lo tanto se debe buscar lo que existe por sí mismo, como ser en sí, sin un fundamento previo.
Una primera respuesta a ésta interrogante la  encontramos en Heráclito, quien afirmaba que el ser en sí, es todo lo que percibimos empíricamente, por lo tanto el ser deviene y éste devenir es la realidad
Parménides se opone a ésta concepción porque afirma que siguiendo la postura de Heráclito, una cosa es y no es al mismo tiempo, lo que nos hace caer en una contradicción lógica olvidando el principio de identidad (A=A), lo que le lleva a afirmar que la filosofía de Heráclito es absurda.
Basándose en éste principio lógico, fundamenta su teoría metafísica y lo afirma como principio de pensamiento que no puede fallar:    "El ser es, el no ser, no es."
Basándose en la afirmación anterior, Parménides le otorga al Ser atributos tales como: ser increado, perfecto, indestructible, constante e igual a sí mismo, inmóvil, uno e indivisible.
El ser es único: no puede haber dos seres, porque si hubiese dos seres, algo debería distinguir al ser uno del ser dos, y eso que los distingue, "es" en uno y "no es" en otro, con lo cual caemos en una contradicción del principio de identidad, y además el ser no sería perfecto, porque carecería de lo que posee el "ser dos"
El ser es eterno: de lo contrario tendría principio y fin, si tiene principio quiere decir que antes de ser, no fue, lo que implicaría aceptar la teoría heraclítea, además si tiene un principio, ¿porqué comenzó a ser en un momento determinado y no en otro? Si se acepta que el ser tiene fin, hay que aceptar que en algún momento dejará de ser, para pasar a ser no-ser, lo cual es ilógico.
El ser es inmutable: el ser no muta, es decir que no cambia, porque si cambiase pasaría del ser al no-ser, y nuevamente violentamos el principio lógico de identidad
El ser es ilimitado: ésto quiere decir que no está en ningún lugar, porque si ocupase un espacio, debería delimitarse, lo cual es imposible porque daría lugar a otra cosa, y ésta otra cosa sería el no-ser, lo cual es imposible.
El ser es inmóvil: porque si se moviese implicaría cambiar de un lugar a otro, además de tener límites. Es decir, implicaría dejar de estar en un lugar para pasar a ocupar otro lugar, lo cual es lo mismo que decir que deja de ser Ser, para pasar a ser no-ser.
Por los atributos que le otorga al Ser, Parménides continúa con la línea elaborada por Tales de Mileto de buscar una explicación, un argé de forma racional, pero va un paso más allá y plantea una metafísica, al proponer como argé al Ser
Además afirma que "ser y pensar son una y la misma cosa", ya que lo que no se puede pensar, tampoco se puede decir; y sobre lo que se puede pensar y se puede decir, debe ser coherente con los tres principios lógicos que posteriormente formulará Aristóteles en su lógica formal bivalente: principio de identidad; principio de no-contradicción y principio de tercero excluído
Basándose en las afirmaciones de Parménides, Zenón, que fue su discípulo, planteó que al pensar y al analizar el movimiento, llegamos a la conclusión de que es impensable porque hay contradicciones, entonces llegamos a la conclusión lógica que el movimiento es impensable, por lo tanto es una ilusión de nuestros sentidos. De ahí las paradojas de Zenón, que analizó con el ejemplo de Aquiles y la tortuga.


Poema de la Naturaleza

" Un solo camino narrable

queda: que es. Y sobre este camino hay signos
abundantes: que, en tanto existe, es inengendrado e imperecedero;
íntegro, único en su género, inestremecible y realizado plenamente;
nunca fue ni será, puesto que es ahora, todo a la vez,
uno, continuo. Pues ¿qué génesis le buscarías?
¿Cómo, de dónde habría crecido? De lo que no es, no te permito
que lo digas ni pienses, pues no se puede decir ni pensar
lo que no es. ¿Y qué necesidad le habría impulsado
a nacer antes o después, partiendo de la nada?
Así es forzoso que exista absolutamente o que no <exista>.
Jamás la fuerza de la fe concederá que de lo que es
se genere algo fuera de él, a causa de lo cual ni nacer
ni perecer le permite Diké, aflojándole las cadenas,
sino que lo mantiene. Pero la decisión acerca de estas cosas reside en esto:
es o no es. Ahora bien, está decidido, como lo <exige> la necesidad
dejar un <camino>, impensable o innombrable, (ya que no es un verdadero
camino), y <admitir> el otro que existe y es verdadero.
¿Cómo podría ser después lo que es? ¿Cómo se generaría?
Pues si se generó, no es, ni <es> si ha de ser en algún momento futuro.
De tal modo, cesa la génesis y no se oye más de destrucción.
Tampoco es divisible, ya que es un todo homogéneo,
ni mayor en algún lado, lo que impediría su cohesión;
ni algo menor, sino que todo está lleno de ente; por ello
es un todo continuo, pues el ente se reúne con el ente.
Pero inmóvil en los límites de grandes ligaduras
existe sin comienzo ni fin, puesto que la génesis y la destrucción
se pierden a lo lejos, apartadas por la fe verdadera.
Lo mismo permanece en lo mismo y descansa en sí mismo,
y así permanece firme en su posición; pues la poderosa necesidad
lo mantiene en las ligaduras del límite, que lo rodea en su torno.
A causa de lo cual al ente no le es lícito ser inacabado,
pues no carece de nada; si <careciera de algo> el ente, carecería de todo.
<Lo que> puede pensarse es lo mismo que aquello por lo cual existe el pensamiento.
En efecto, fuera del ente --en el cual tiene consistencia lo dicho--
no hallarás el ente. Pues no hay ni habrá nada
ajeno aparte de lo que es; ya que el Hado lo ha forzado
a ser íntegro e inmóvil; por eso son todo nombres
que los mortales han impuesto, convencidos de que eran verdaderos:
generarse y perecer, ser y no <ser>,
cambiar de lugar y mudar de color brillante.
Pero puesto que hay un límite último, es completo
en toda dirección, semejante a la masa de una esfera bien redonda,
equidistante del centro en todas direcciones; pues es forzoso
que no exista algo mayor ni algo menor aquí o allí.
No hay en efecto, no-ente que le impida alcanzar
la homogeneidad, ni ente que de algún modo
sea aquí o allí mayor o menor, ya que es por completo incólume;
igual por todos lados, se encuentra en sus lados.
Con esto termino el discurso fidedigno y el pensamiento acerca de la Verdad."

Parménides 




Sandra Leyton