SIGMUND FREUD Y EL CASO ANNA O.
Dr. C. George Boeree
Traducción al castellano: Dr. Rafael Gautier
La
historia de Freud, como la mayoría de las historias de otras personas, empieza
a partir de otros. En esta ocasión fueron su mentor y amigo, Dr. Joseph Breuer
y la paciente de éste, Anna O.
Anna O. fue paciente de
Breuer desde 1880 hasta 1882. Con 21 años de edad, Anna invirtió la mayoría de
su tiempo cuidando de su padre enfermo, desarrollando una tos importante que no
tenía una explicación física, así como dificultades para hablar, que finalizaron
en un mutismo completo.
Cuando su padre falleció,
la paciente empezó a rechazar la comida y desarrolló una serie inusual y
extraña de síntomas. Perdió la sensibilidad en las manos y pies, parálisis
parciales y espasmos involuntarios. También presentaba alucinaciones visuales.
Toda vez que los médicos examinaban a Anna para estudiar estos síntomas que
parecían físicos, no encontraban ninguna causa física demostrable.
Además de estos síntomas,
por si no fuera poco, presentaba fantasías infantiloides (proponemos
llamar contenido infantiloide del pensamiento, en una persona adulta, cuando se
infiere, por su discurso o su conducta, que se vale de algunos parámetros
propios de los niños: animismo, pensamiento mágico, concretismo, pensamiento
lúdico, egocentrismo, actitud irresponsable y despreocupada), cambios
dramáticos de humor y varios intentos de suicidio. El diagnóstico de Breuer fue
de lo que se llamaba en aquel momento histeria (hoy, trastorno de conversión),
lo que significaba que tenía síntomas que parecían físicos, (los síntomas o déficit motores típicamente observados son
alteraciones de la coordinación y del equilibrio, parálisis o debilidad
muscular localizada, afonía, dificultad para deglutir, sensación de nudo en la
garganta y retención urinaria. Los síntomas y déficit de tipo sensorial más frecuentes suelen ser pérdida de
sensibilidad táctil y dolorosa, ceguera, sordera y alucinaciones. También
pueden aparecer crisis o convulsiones) pero no lo eran.
En las
noches, Anna se sumía en unos estados de “hipnosis espontánea”, tal y como
Breuer les llamó, a los que la propia paciente designó “nubes”. (Anna tenía una
formación intelectual alta y era una mujer muy preparada; así que no es de
extrañar que ella utilizase términos muy precisos, incluso técnicos para
designar algunos de sus estados, como en el caso de los estados hipnoides,
llamándoles nubes. N.T.). Breuer se dio cuenta de que, a pesar de estos estados
de trance, la paciente podía hablar de sus fantasías diurnas y de otras
experiencias, sintiéndose mejor posteriormente. Anna llamó a estos episodios
“limpieza de chimenea” y “la cura por la palabra”.
En algunas ocasiones,
durante la “limpieza de chimenea”, Anna proporcionaba algunos datos que daban
comprensión particular a algunos de sus síntomas. El primer dato sobrevino
justo después de negarse a ingerir agua durante un tiempo: recordaba ver a una
mujer bebiendo agua de un vaso que un perro había lamido antes. Cuando
recordaba esta imagen, se disgustaba y le sobrevenía una sensación intensa de
asco…solo para inmediatamente después ¡beberse el vaso de agua!. En otras
palabras, su síntoma (la hidrofobia) desaparecía tan pronto se verbalizaba y se
sentía la sensación particular de asco; es decir, la base del síntoma. Breuer
llamó catarsis, del griego referido a “limpieza”, a estos estados de
recuperación espontánea.
Once años más tarde, Breuer
y su asistente, Sigmund Freud, escribieron un libro sobre la histeria, donde
explicaban su teoría. Toda histeria es el resultado de una experiencia
traumática que no puede aceptarse en los valores y comprensión del mundo de una
persona. Las emociones asociadas al trauma no se expresan de manera directa,
simplemente se evaporan: se expresan a través de la conducta de forma vaga,
imprecisa. Por decirlo de otra manera, estos síntomas tienen significado.
Cuando el paciente puede llegar a comprender el origen de sus síntomas (a
través de la hipnosis, por ejemplo), entonces se liberan las emociones
reprimidas por lo que no necesitan expresarse a través de ellos. Es similar a
drenar una infección local.
De esta manera, Anna fue
poco a poco mejorando de sus síntomas. Pero, es importante señalar que ella no
podía hacerlo sin Breuer: mientras se encontraba en sus estados hipnóticos,
necesitaba tener las manos de Breuer con ella, y desafortunadamente, surgieron
nuevos problemas.
De acuerdo con Freud,
Breuer reconoció que la paciente se había enamorado de él y además él también
se sentía atraído por ella. Además, la paciente le comentaba a todo el mundo
que estaba embarazada de Breuer. Se podría decir que ella le deseaba tanto que
su mente le dijo a su cuerpo que esto era cierto, desarrollando un embarazo
histérico (hoy llamado pseudociesis o embarazo psicológico. N.T.). Breuer, un
hombre casado en la época victoriana, abandonó abruptamente las sesiones y
perdió todo interés en la histeria.
Fue Freud quien
posteriormente retomó lo que Breuer no había reconocido abiertamente; es decir,
en el fondo de todas estas neurosis histéricas yacía un deseo sexual.
Con respecto a la evolución
de Anna, ésta pasó gran parte del tiempo restante en un sanatorio. Más tarde,
se convirtió en una figura muy respetada y activa (la primera mujer asistente
social de Alemania) bajo su nombre propio: Bertha Pappenheim. Murió en 1936.
Anna será siempre recordada, no solo por sus propios logros, sino como la
inspiración de la teoría de la personalidad más influyente que hayamos conocido.
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